BRO_12: HIERRO I |
Conexión a red: NO |
Usos del Agua
HUMANO
Periodicidad de caudal
PERMANENTE
Municipio | BRONCHALES |
Ubicación | |
Coordenada UTM X | 619443 |
Coordenada UTM Y | 4485634 |
Altitud | 1537 |
Dist. Población | Sin datos* |
Origina Río/Arroyo | |
Acceso | FACIL |
Datos del Agua
Temperatura | -1 |
L/SG | |
Olor | |
Color | |
Sabor | DESCONOCIDO |
Autor de la información
FRANCISCO MIEDES
Fecha de toma de datos
16/10/2013
Uso Público Actual
MEDIO
Riesgo de Contaminación
Falta de protección |
|
Zona de ubicación | AGRÍCOLA |
Paso de ganado | SI |
Maleza | NO |
Zona Agrícola | SI |
Filtraciones-Escorrentias |
|
Vertidos |
|
Control Analitico
Incluida en análisis | SI |
Fecha | |
Calificación | DESCONOCIDA |
Pictograma
NO
Leyenda existente
LEYENDA DEL DRAGÓN O LA CUEVA DE LA MANIGERA En las largas noches de cualquier estación del año, cuando la única luz que alumbraba la cocina era la de un candil de aceite y el fuego de la chiminera, los ancianos daban rienda suelta a su imaginación para entretener a los más peque- ños con historias y leyendas, unas veces verdaderas y otras imaginarias. Así nació la leyenda del dragón o Cueva de la Manigera, que se halla en las peñas de la Fuente del Hierro y que, según la leyenda, da origen a la fuente. l pie del castillo donde estamos, que ahora se llama de Santa Bár- bara, junto a los peñascos rojizos del fondo del barranco, hay una enorme cueva a la que ningún habitante del pueblo osaba acer- armas. También las pequeñas herrerías de Fronchales se sumaron a este quehacer. Pasadas unas semanas de febril e intenso trabajo, el pueblo estaba armado hasta los dientes con lanzas, espadas, hachas, cuchillos, hondas de pastor y cuantos utensilios creían útiles para plan- tar cara al temible monstruo. Los más valientes arengaron a los demás y trataron de instruirles en el manejo de las armas, no así del hacha, pues siendo leñadores muchos de ellos, eran muy diestros en su ma- nejo. Trazado el plan, se aprestaron al primer ataque contra el temido y sanguinario dragón. Estaba amaneciendo. Varios vigías estaban colocados en lugares es- tratégicos mientras el resto de los habitantes de Fronchales, con algunos Oriola refuerzos de sus vecinos de , permanecían agazapados a la espera carse. Hace muchos cientos de años, un enorme dragón moraba en esta cueva, causando verdadero pavor entre los habitantes de Fontaels o Fron- chales, pues el dragón se alimentaba no solamente del ganado que robaba a los pastores sino que muchas veces eran las gentes quienes servían de festín para el temible monstruo. Era un dragón con una larga y potente cola capaz de derribar a más de una docena de hombres armados, el cuerpo cubierto de escamas, y una enorme cabeza. Con su boca era capaz de partir en dos una res o una persona, y de devorarlos en un instante. Nadie, excepto algún incauto, osaba acercase al lugar, sino que se limitaba a observar desde las rocas más altas o desde las almenas del castillo. Con el fin de que el dragón dejara en paz los ganados, acordaron los habitantes suministrar algún alimento a la fiera, dejando animales cerca de la gruta para satisfacer sus necesidades. Durante un tiempo el dragón pareció contentarse con este pacto de no agresión y la paz volvió a reinar en la zona. El monstruo consumía cuanta comida dejaban a su alcance, cerca de su guarida, sin causar daño a personas ni a ganados. Pero llega- ron las primeras nieves, empezaron a escasear los pastos y los ganados permanecían muchos días cerrados en los corrales y parideras. Poco a poco empezaron las quejas de los pastores y agricultores de Fronchales. Nadie estaba dispuesto a seguir alimentando al monstruo mientras mu- chos de los suyos pasaban hambre. El dragón tampoco estaba dispuesto a verse privado de su ración diaria de carne fresca e inmediatamente vol- vió a saquear los alrededores con sus sangrientos ataques. La nueva ame- naza llegó a tal punto que se propuso la fortificación del poblado con una gran muralla de piedra. Pronto desistieron del intento y desecharon la idea al darse cuenta que de poco o nada serviría una muralla ante el ataque del enfurecido, hambriento y sanguinario dragón. Los aterrados habitantes de Fronchales pidieron ayuda a sus vecinos de Oriola. En la fragua de esta villa comenzó una inusitada actividad. La forja de rejas para palacios y casas señoriales dejó paso a la forja de de la señal convenida. En cuanto el dragón diera señales de intentar salir de su cueva en busca de comida, el grupo armado caería sobré él como un sólo hombre y le daría muerte. Encaramado a una roca, a escasa dis- tancia de la cueva, uno de los vigías percibió los primeros síntomas de ac- tividad del monstruoso dragón. Un silbido rasgó el aire frío de la mañana. Era la señal convenida. Los primeros rayos de sol arrancaron destellos re- fulgentes a las armas que blandían los habitantes de Fronchales. Todos abandonaron sus escondites y, agitando sobre sus cabezas las amenaza- doras armas, comenzaron a acercarse a la cueva del temible animal, ani- mándose mutuamente al grito de ¡muerte al dragón! El enorme griterío pareció enfurecer al dragón más que de costumbre. Cuando asomó su enorme cabeza desafiante, se hizo un silencio repen- tino y quedó paralizado el avance de la improvisada tropa. Uno de los va- lientes, agitando la espada, ordenó el ataque definitivo al grito de ¡muerte al asesino! ¡Muerte al dragón! Y todos a una se abalanzaron sobre el monstruo. Un enjambre de piedras cayó sobre la cabeza del dragón, que retrocedió refugiándose en su madriguera. Esto animó a los improvisados soldados a acercarse más a la guarida del dragón con el fin de completar su hazaña. Cuando los primeros valientes llegaron frente a la boca de la cueva, oscura cual boca de dragón hambriento, nada divisaron. Hubo un momento de duda antes de lanzar el que pensaban que sería el definitivo ataque. Pero la súbita aparición del dragón no les dio tiempo a reaccionar. El monstruo barrió la avanzadilla con la misma facilidad con que disper- saba un ganado de indefensas ovejas. Su enorme cola empezó a trazar rápidos movimientos en zigzag haciendo saltar por los aires armas y sol- dados. Mientras, sus afilados dientes comenzaron a devorar a los más cercanos cuyos huesos crujían como madera seca entre las mandíbulas del monstruo enfurecido. Algunos llegaron a herir al monstruo con sus espadas sus lanzas. Incluso hubo quien le asestó un tremendo hachazo cortándole parte de una de sus temibles garras. El enfurecido animal tardó LA FRÁGIL MEMORIA DEL AGUA. LEYENDAS EN LA SIERRA DE ALBARRACÍN 169 escasos momentos en sembrar el pánico en el diezmado grupo de valien- tes, que terminó por batirse en retirada. Hubo de pasar mucho tiempo, el necesario para recuperar fuerzas y fabricar nuevas armas, antes de intentar un nuevo ataque. Esta vez, des- pués de consultar a un anciano ermitaño que vivía en el bosque —que convenció a los habitantes de Fronchales del efecto purificador del fuego—, decidieron perpetrar el ataque durante la noche. Amparados por las sombras y la oscuridad, un pequeño grupo de hombres se acercó a la cueva y empezó a amontonar leña en la misma abertura de la boca, en silencio y sigilosamente, temerosos de que el dragón pudiera sorpren- derlos de nuevo antes de completar su plan. Cuando el montón de leña hubo cubierto por completo la entrada a la cueva, no contentos todavía, continuaron acarreando más y más leña como si de la cantidad depen- diera el éxito de su misión. Con el mismo sigilo con que unos continuaban amontonando leña, otros fueron prendiendo fuego a derecha e izquierda. Una gigantesca pira comenzó a iluminar las enormes rocas, los chopos y el pequeño valle donde brotaba una fuente de aguas limpias y transpa- rentes. Todos se alejaron lo suficiente del lugar hasta quedar a salvo, por si acaso, de las iras del monstruo enfurecido por las llamas. La hoguera continuó ardiendo durante horas sin que el temible y sanguinario dragón diera señales de vida. Durante tres noches, como si de un exorcismo se tratara, se repitió el rito de la hoguera. Vigías apostados en lugares estratégicos en lo alto de los picachos rocosos durante varios días sólo pudieron testificar que nada anormal había sucedido en ese tiempo. La calma volvió a Fronchales y al- rededores, y poco a poco la gente fue volviendo a sus quehaceres sin temor: los pastores, los labradores, los leñadores y hasta las mujeres que bajaban a lavar al río. Desde entonces, nadie ha vuelto a ver al dragón ni en su cueva ni fuera de ella. Los ancianos del lugar aseguran que la Cueva de la Manigera, cerca de la fuente, tiene otra boca en Oriola, y que el dragón espera aletargado en ese largo refugio de siete kilómetros la hora de su venganza. Otros asegu- ran que murió asfixiado en la cueva y que las peñas que ahora se conser- van en ese mismo lugar son la gigantesca espina dorsal del temible dragón que quedó sepultado para siempre. Hay, incluso, quienes afirman que el agua de las fuentes que brotan cerca de la cueva del dragón comenzaron entonces a oscurecerse tomando un color rojizo y con amargo sabor a hie- rro; y que esa agua no es otra cosa que la propia sangre del dragón que todavía está agonizando en la Cueva de la Manigera o del Dragón. JARQUE DOMINGO, Víctor: Bronchales. Volviendo la vista atrás, Ed. Asociación de Amas de casa “Sierra Alta” de Bronchales, Valencia, 2009, páginas 129-131.
Curiosidades
Observaciones
FERRUGINOSA
Conservación
REGULAR
Estructura
Sistema de desinfección |
|
Recogida de Agua | Sin datos* |
Tipo de Fuente | FUENTE |
Caño o Grifo | SI |
Pila-Poceta | SI |
Lavadero | NO |
Sumidero | SI |
Pavimentación | SI |
Gamellón-Abrevadero | NO |
Contexto Geomorfologico
Periodo Geológico | CUATERNARIO |
Punto de ubicación | CULTIVOS AGRÍCOLAS |
Zona de ubicación | AGRÍCOLA |
Fauna asociada
Fauna acuática asociada
Flora asociada
POPULUS NIGRA, JUNCUS SP, TRIFOLIUM SP.